Archivo de 14 julio, 2011

Metal Gear Solid, café y reflexiones.

Posted in Uncategorized on 14 julio, 2011 by Krankes Hirn

Antes que nada, debo advertirles que esta será una larga entrada, así que espero que su silla sea cómoda.

Con la reciente visita de Hideo Kojima (Insertar música dramática) a la Ciudad de México. No pude evitar verme en la necesidad de explicarle a algunos cuantos commoners quién es este personaje y porque por lo menos a mí me provocó un elevado grado de expectación. Haciendo esto, terminé zambulléndome en Wikipedia en busca de datos y cifras. Y entre ellas me encontré a la recepción crítica que había recibido Metal Gear Solid 4, la obra maestra del genio director de juegos de video.

¿Aventuras de un héroe acartonado salvando al mundo? ¿Qué te parece mejor el via crucis de un hombre en decadencia?

Como muchos sabemos, en lo que refiere a crítica, Metal Gear Solid 4 ha sido un juego muy favorecido. Teniendo un impresionante 93 en
MetaCritic y 40 puntos en Famitsu, este juego entra arrolladoramente en el terreno de los grandes y vaya que se ha hecho un sitio ahí. Sin embargo, y como era de esperarse, había detractores que se rehusaban a atribuirle al juego esa grandeza. Estoy hablando de la revista Edge y de Eurogamer, quienes pusieron sendas calificaciones de 8/10. Tratándose de revistas europeas, bien pude haber descartado esas opiniones. Después de todo para entrar al mercado del viejo continente muchos juegos tienen que ser modificados para reducir su dificultad, sin mencionar que incluso ahí hay un país donde los videojuegos son completamente ilegales. Al final decidí dejar esos prejuicios a un lado y ver qué tenían ambas reseñas que decir para justificar sus afirmaciones.

La primera que leí fue la de la revista británica Edge y leerla fue poco más que una experiencia nauseabunda. Claramente lo que teníamos era un escritor novato que pretendía construir una reputación jugando a David contra Goliat. Armándose de un lenguaje pedante y pretencioso en el que usaba palabras como «nihilista» y «ennui» para adornar un texto que fundamentalmente hablaba del juego de una manera tediosa, irritante y agresiva. Casi con el tono con el que un poeta fracasado ladra a un Best-Seller. Esto estaba salpicado de una serie de halagos que claramente fueron añadidos improvisadamente al final, o por algún destello de prudencia del autor o por reprimenda de un editor que aún así fue lo bastante atrevido para dejar escapar el producto final a la imprenta. Lo que obtenemos de eso, es un intento cobarde de sembrar polémica. Como una persona que lanza un insulto e inmediatamente después recapacita e intenta suavizarlo. Alguien que empieza como un tonto temerario y termina como un tonto pusilánime.

Después de esta lectura, mis expectativas para la reseña de Eurogamer eran demasiado bajas. Pero mi sorpresa fue grande a medida que iba leyendo cada párrafo; ya que lejos de ser un mal intento por crear polémica, lo que tenía frente a mi era un duro debate entre dos aspectos de una misma persona. Una amándolo de manera desmedida y la otra despreciándolo con rabia.  A medida que este feroz debate avanzaba, el autor me llevó a una reflexión que nunca me había planteado. ¿Qué es lo que lleva a alguien a jugar un juego como Metal Gear? Al final de la reseña la calificación importaba muy poco, ya que cuando terminé de leerla, me encontraba debatiendo conmigo yo mismo.

La saga de Metal Gear está compuesta por una serie de juegos bastante peculiares. Peculiares en el sentido de que es imposible clasificarlos dentro de otras categorías de juego ya que no se parecen a nada que haya jugado antes.  Aún recuerdo mi primera experiencia jugando Metal Gear Solid en el PSOne. El inicio del juego era prometedor: una especie de supersoldado llevando acabo una misión en Alaska. Disparos por doquier y batallas alucinantes era lo que esperaba y ahí fue cuando recibí mi primer golpe: Tenía que atravesar una bodega llena de guardias y no tenía un arma. En principio de cuentas el esquema de control ya era bastante contraintuitivo para mí y encima de eso no podía hacer lo que había hecho en todos los demás juegos que había jugado hasta ese entonces: Matar a todos en la habitación y avanzar.

Ese fue mi breve y primer contacto con Metal Gear antes de ceder el control al amigo que me lo mostraba. Me soprendí a ver como decidió, no asesinar a los guardias ni buscar un arma oculta. Sino escabullirse entre ellos y a medida que avanzó fue cuando comprendí muchas cosas.

Metal Gear es un juego que rompe muchos esquemas. Fue un descanso de aquel viejo y repetitivo gameplay de matarlos a todos y sobrevivir a base de powerups, botiquines, municiones extra y armas que son tan deseables como el tamaño que tienen y el ruido que hacen. En lugar de eso era un mundo donde todo estaba en tu contra. Tenías que sobrevivir manejando recursos escasos, oculto en las sombras y pensándolo muy bien antes de intentar matar a alguien. Inmerso en una historia profunda y complicada con personajes realistas y entrañables donde era necesario ver un video de 30 minutos antes de jugar para saber dónde estabas y por qué. Lo que pasó a continuación es que me enamoré del juego, conseguí la versión  para PC (Yo no tuve un PSOne) y lo jugué de principio a fin, siendo una de las experiencias más satisfactorias que he tenido frente a una pantalla en mi vida.

Me volví un adorador tan ferviente de ese juego que no pude evitar sentirme perplejo cuando escuché por primera vez a alguien decir que no le gustaba. Era una afirmación que dentro de mi mente era atroz y no había cabida para ella. Sin embargo, la afirmación fue simple y a la vez contundente: «No me gusta». Y no fue hasta que leí esa entrada, a más de 10 años de haber jugado Metal Gear Solid por primera vez y a cuatro años de haber jugado Metal Gear Solid 4: Guns of the Patriots, que entiendo como es que a alguien no puede gustarle ese juego.

Cuando uno se sienta y trata de ser objetivo, se da cuenta de que Metal Gear es un juego que da mucho, pero al mismo tiempo es demasiado complicado. La historia es bastante enredada, hay muchos personajes y hechos mezclados con eventos históricos y la realidad que conocemos. Y es un juego que no se entrega a los jugadores. Es complicado de entender, con controles que no se parecen en nada a los de otros y donde casi cada elemento del gameplay se contrapone a otras cosas que conocemos. Para acceder a los items especiales u otros beneficios uno debe armarse de una gran paciencia, ya que es un proceso que requiere repetidos intentos debido a su exquisita complejidad y la a refinada precisión que es necesaria para obtenerlos. Y no obstante toda la frustración que pueda desprenderse de esto, sus jugadores lo amamos de una manera que raya en el masoquismo.

Al final, jugar Metal Gear es como disfrutar una taza de café. Y por café me refiero a su forma más cruda y simple: una taza de espresso.

Jugar Metal Gear es como beber una buena taza de espresso.

La primera vez que sorbes un espresso no es grata. No te encuentras con algo que diga «bébeme». Tan pronto la bebida alcanza tu paladar eres recibido por un golpe de amargura y acidez que son agobiantes y agresivos. Durante esos primeros instantes piensas que has hecho una estupidez, pero conforme las cosas se asientan y tus sentidos se recuperan empiezas a percibir otros sabores fugaces que desaparecen. Y poco a poco sigues bebiendo, buscando lo que se oculta detrás de esa cortina y pasado un tiempo terminas por darte cuenta que aquello que en principio resultaba desagradable es parte de la experiencia que produce el brebaje.
Ya no ves un mejunje amargo sino una gama de olores y sabores, una experiencia difícil de resistir y con mucho de dónde explorar.

Un jugador de Metal Gear puede ser comparado con un bebedor de café, empedernido o casual. Desde aquél que sufre para obtener todo lo que el juego puede dar, mira su consola de la misma manera que un bebedor de café con gastritis mira a esa taza frente a él, tan sublime y terrible a la vez; hasta quien lo juegue de vez en cuando sin horadar demasiado, disfrutando el recorrido. Habrá quien lo juegue como otro tipo de bebedor de café, que no lo disfruta, pero lo hace para parecerse un poco más a aquellos que sí, sólo por el hecho de que lo hace sentir más inteligente o sofisticado.

Por último tenemos a la generación HALO. Atontados por las luces brillantes y la mecánica de «Dispara a todo lo que se mueva». Aquellos buscadores de emociones simples y alérgicos a cualquier esfuerzo mental. Funcionan al mismo nivel que aquellos jóvenes cuya infancia transcurrió en medio de bebidas de colores chillones e impactantes sabores dulces y ácidos carentes de todo trasfondo y esencia.  Preséntales una taza de café y no podrán beberla sin escupir y verterla al drenaje, del mismo modo en que descartan un juego como Metal Gear sólo porque los controles son contraintuitivos o no esperan que los enemigos sean capaces de defenderse y usar la ventaja numérica a su favor.

¿¿Metal qué?? Mejor pon el HALO.

Y es aquí donde entra lo que muchos analistas dicen que Metal Gear debería abrirse más a otros mercados, así sería mucho más exitoso y tendría muchas más ventas; lo cual es cierto. Del mismo modo en que puedes vertir una carga de espresso en un vaso de leche con hielo, añadir chocolate, azúcar y crema batida. Sin duda es un producto mucho más llamativo para un mercado más amplio. Pero todos esos cambios harían que su esencia fuera imperceptible. Ganará adeptos casuales pero perderá a aquellos que en principio fueron más conmovidos, aquellos que pudieron apreciar la genialidad escondida en el género.

Con esto en mente, veo que Shigenobu Matsuyama tiene una gran decisión que tomar al dirigir Metal Gear Solid: Rising ¿Será complaciente y le entregará a los fans un juego llamativo, aunque carente de espíritu? ¿Será fiel a lo que propuso Kojima desde el incio? ¿Jugará con ambas ideas? Si les soy honesto, no apostaría mucho a este futuro, aunque ruego por no poner flores sobre la tumba de lo que ha sido una saga que ha dejado historia. Al final será cuestión para hacerlo y por lo pronto, escribir esto me ha dado antojo de una buena taza de café.